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El primer hombre es un pecado

Summary:

Enredados en aquellas sabanas, Alastor se dejó consumir. El deseo se arrastraba bajo su piel y sus labios temblaban por las palabras no dichas, pero si algo estaba completamente claro en la mente de ambos, es que dios los haría arder por su pecado.

 

Advertencia: Mas etiquetas se iran agregando confome avance la historia.

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter Text

¿Cuándo había empezado? Se preguntó Alastor, intranquilo ante sus evidentes ansias de que sucediera algo en el desolado bosque en el que vivía. Sentado en su viejo sofá frente a la ventana, el castaño limpiaba con impaciencia su escopeta, ya eran más de las diez de la mañana, pudo notar con tan solo una mirada en su destartalado reloj de pared.

Su mirada de vez en cuando se dirigía hacia el patio y algunas veces alrededor de la habitación, esperando ver a la misma persona que le visitaba cada tanto y que sin esperarlo, se volvió una constante en su vida. Alastor moriría antes de admitir que esperaba aquellas visitas diarias, menos a ese molesto ser que no perdería la oportunidad de recordarse y burlarse de él.

Cuando pensó que hoy no sería ese día, un suave brillo dorado se hizo presente iluminando la habitación y cegando su vista por un instante, aquella persona había optado por aparecer en su patio, confiando plenamente en que nadie lo vería llegar, después de todo Alastor vivía en medio del bosque y alejado de cualquier persona capaz de perturbar sus actividades.

La conocida persona entró a su casa sin tocar la puerta, ya tenía una familiaridad con el dueño y no veía importante fingir ser educado cuando no era necesario, además el castaño vivía como un ermitaño, dudaba que alguien más tuviera deseos de hacerle una visita. Por la puerta entró un joven castaño vistiendo una túnica completamente blanca, sus ojos dorados buscaron al dueño de la casa y con una sonrisa traviesa se acercó hacia Alastor.

Toc, toc, estoy de vuelta – dijo con cierta diversión en su voz. Aquel misterioso hombre era un ángel, específicamente el ángel guardián de Alastor con la única finalidad de guiarlo por el buen camino.

Para mi desgracia – comentó Alastor fingiendo desinterés y sin despegar la mirada de su escopeta.

¡Oh, vamos! Ambos sabemos que soy tu única diversión – dijo el ángel con una ligera molestia en sus palabras - ¿Qué tiene de interesante vivir en el bosque?... ¡Así es! ¡Nada! Solo hay árboles y más árboles.

¿Acaso hablas con experiencia? – le reto Alastor, no planeaba darle la razón a alguien que siempre buscaba tenerla y actuaba como un niño caprichoso – Estoy seguro de que no sobrevivirías en la intemperie, luces como alguien al que sus padres miman todos los días.

Te sorprenderías de lo capaz que soy – le refuto el ángel completamente arrogante, el humano no imaginaba todo lo que él había vivido, quizás en otro momento pudiera presumir de sus vivencias y dejarlo en ridículo por subestimarlo – Eres tú, quien no sobreviviría.

Adam – Pronunció a modo de advertencia el humano.

El nombrado miro la escopeta en las manos del otro y optó por guardar un momento silencio, sabía que las armas humanas no lo matarían, pero eso no significaba que un disparo no le causaría un dolor, era mejor cuida su integridad y no deseaba tener que inventar una excusa si manchaba su túnica de sangre.

Alastor le miró fijamente, casi deseoso de que continuara parloteando. El humano aún se sorprendía por la actitud caprichosa e impertinente del ser celestial, cualquiera diría que los ángeles eran seres que irradiaban sabiduría, calma y bondad, sin embargo, su “ángel guardián” parecía ser la excepción a la regla.

Te sorprendería todo lo que puedes hacer aquí – Comentó Alastor sin ánimos de discutir, pero deseando cambiar la opinión del otro, sería un dolor de cabeza tener al ángel renegando por aburrimiento.

¿Enserio? ¿Qué cosas? – preguntó el ángel con genuina curiosidad, para luego moverse por toda la habitación rebuscando en el librero alguna novedad en la casa.

Alastor suspiro cansado – ¿No deberías estar haciendo cosas angelicales?

Ante la invasión a su privacidad, el humano intentó desviar la atención de Adam a otro tema o quizás correrlo definitivamente, quería que el ángel se rindiera con él y se fuera por donde había venido, pues desde que había llegado a su vida fue difícil salir de cacería.

Eso hago, intento convertirte en una buena persona ¿Qué cosa más celestial hay que eso? – dijo Adam con sarcasmo.

El humano soltó una ligera risa – Jajaja cualquiera diría que estás aquí, solo para perder el tiempo.

Bueno… eso no es todo mentira – comentó Adam

Por lo poco que se iban conociendo, Alastor sabía que el de ojos dorados era todo un parlanchín que difícilmente se callaba y parecía no gustarle el silencio, siempre estaba deseoso por contar distintas historias y a veces quejarse de otros ángeles, por lo que Alastor se había convertido en una especie de diario personal - La tonta de Sera me obligó a participar en esta estupidez.

No creo que deberías hablar así de ella – Se cuestionó Alastor sin realmente estar interesado en los modales del otro.

Si tan solo la escucharas pensarías igual que yo – Luego puso su mejor pose seria y agudizó un poco su voz imitando del serafín – “Será bueno para ti Adam”, “Te divertirás Adam”, Bla, bla, bla, pura palabrería sin sentido.

Creí que los ángeles no maldecían – Mencionó Alastor con diversión mientras se levantaba del sillón, habiendo terminado, dejó su escopeta a un lado y se dirigió a la cocina, tomó la jarra y sirvió dos vasos de limonada - ¿Esa Sera, es tu jefa o algo parecido?

Te sorprendería lo mal hablados que pueden ser algunos – rio Adam recordando como algunos de los habitantes del cielo perdían la paciencia y se convertían en verdaderas bestias – Algo así, ella se auto nombro mi cuidadora personal. Desde que llegué al cielo, me ha estado pisando los talones, demasiado molesto.

Adam aún se siente inconforme con las decisiones de la mujer, pero la mayoría de las veces le tocaba agachar la cabeza y fingir que no le molestaba, sobre todo si cierto arcángel estaba cerca - … pero Miguel la aprecia y por eso tengo que aguantarla.

Suena a que es todo un dolor de cabeza – concordó Alastor mirando su reloj.

Adam captó aquella mirada y se calló unos minutos, ante el silencio el humano volvió su atención al ángel, la seriedad de aquellos ojos dorados lo sorprendieron por un instante, parecían ver atreves de él y descifrar sus secretos, el ángel parecía empezar a tomarse su trabajo más en serio, pero para su desgracia el congelador del humano empezaba a vaciarse.

Alastor amplió su sonrisa incómodo por la atención, pero no queriendo demostrarlo, por lo que hizo uso de sus mejores armas, su sonrisa y una actitud llena de confianza. No importaba cuantas personas intentaran quebrarlo, nunca nadie había sido capaz de borrar esa sonrisa de su rostro.

¿Sucede algo querido? – pregunto fingiendo ignorancia.

Sabes que sí – comentó Adam.

Aquellos ojos marrones desprendían malicia pura, una que el ángel conocía bastante bien y la misma que una vez vio dentro del Edén, una malicia que sólo buscaba la satisfacción a costa de otros - ¿Qué planeas?

Ya deberías saberlo, eres mi ángel guardián ¿cierto? – con aquellas palabras Alastor tomó su escopeta y salió por la puerta, con Adam siguiendo muy de cerca, no queriendo perder de vista al humano.

Deberíamos regresar – comentó Adam algo nervioso.

Desde que le habían asignado a Alastor, le había sido difícil abordar el tema de sus acciones, el cielo había sido indulgente en el caso de aquel humano. Estaban dispuestos a darle una oportunidad teniendo en cuenta su pasado, sin embargo, este no parecía querer cambiar de opinión y cada vez más se dejaba caer en aquella oscuridad, pronto no quedará un alma a la cual salvar y seria agregado a la lista que tenía Azrael de almas destinadas al infierno.

Alastor por su parte ignoró las palabras del contrario y continuó con su caminata, consciente de que el ángel no podría intentar detenerlo más que con solo palabras, era una regla implícita el no interferir con los humanos, sólo podían aconsejarlos. El oji dorado suspiró con frustración, adentrándose junto al humano al bosque en busca de su presa.

En lo más profundo vieron a una persona perdida mirando con desesperación a su alrededor, una mujer que había tomado el camino equivocado separándose de su familia, entre sus manos había varios palos de distintos tamaños, Adam intuía que la chica estaba de campamento y por una casualidad del destino, había caído presa de un asesino.

El cazador se movió con cuidado, no queriendo alertar de su presencia a su potencial presa, Adam lo miró con recelo a una distancia segura, pero intranquilo con sus acciones. El sonido de un disparo resonó por todo el bosque y el cuerpo de aquella mujer cayó sin vida, había sido un disparo limpio a la cabeza, el ángel miró con disgusto al humano, Alastor levantó una ceja incrédulo por aquella mirada y continuó con su trabajo.

Se acercó al cuerpo y la puso sobre su hombro, ambos caminaron en silencio hasta la cabaña, Alastor llevó el cuerpo a la parte trasera y lejos de la vista del ángel, con maestría descuartizó el cuerpo y quemó la ropa. Una vez dentro de su casa, guardó los restos en su refrigerador, no sin antes tomar un poco de carne para la cena.

¿Te quedarás a cenar? – preguntó el humano por educación a su acompañante.

Adam intentó no vomitar ante la pregunta – No, gracias. Soy vegetariano.

¿Desde cuándo? – sonrió con cierta diversión, las expresiones de Adam siempre eran divertidas de ver.

Desde que te conozco – agregó mientras sostiene su estómago - ¿Cómo puedes hacer eso?

Es delicioso con los ingredientes correctos, lo sabría si te animaras a probarlo – comentó sacando diversos ingredientes de su alacena.

Para preparar la carne, troceo unos cuantos ajos, agregar a un bowl una pizca de sal, tomillo y pimienta negra, junto a un poco de aceite de oliva, también troceo la carne y la colocó en una bandeja y saco un poco de crema de pimientos que aún tenía guardado en el congelador, sabía que aquello sea un buen aderezo y le daría un mejor sabor a la comida.

Nunca entenderé a los caníbales ¡Son todos unos lunáticos! – dijo horrorizado el ángel.

El humano simplemente rodo sus ojos, era obvio que un idiota como Adam nunca entendería la alta cocina, sobre todo teniendo en cuenta el lugar donde vivía. Alastor puso el cronómetro a un lado de la bandeja, dejaría la carne reposando por unos 30 minutos antes de ponerla en el horno.

Una vez que la carne estaba lista y puesta en el horno, sacó unos nuevos ingredientes de otro congelador y los puso sobre la mesa – No te preocupes, para el comensal más exigente habrá crema de papa y tocino.

Con la mención del platillo, el oji dorado aceptó gustoso la invitación a comer, Alastor aún se preguntaba por qué demonios se esforzaba por complacer al que consideraba un intruso ¿Su relación era siquiera normal? Dudaba que otras personas tuvieran la oportunidad de comer con algún ente angelical.

¡Gracias a Dios! – lo escucho decir – Pondré la mesa mientras terminas, no planeo estar cerca de esa mierda escalofriante.

Como digas – dijo Alastor mientras pelaba y cortaba las papas en cuadros, luego las coloco en una olla y las dejaba a fuego lento por unos 15 minutos, agrego un poco de cebolla, ajo, leche y una pisca de sal, unos minutos después agrego un poco de queso amarillo y espero hasta que se derritiera.

Cuando estuvo listo, escuchó el cronómetro y metió la carne al horno a unos 200°c, una vez terminada esa tarea, regresó a la preparación de la crema. Licuo los ingredientes hasta tener una crema tersa. En una sartén doro el tocino y agrego un poco de caramelo, aquel día Alastor se sentía audaz en la cocina y con ganas de probar algo distinto.

Con la comida lista, Alastor llevó las cosas a la mesa, Adam ya le esperaba poniendo los últimos cubiertos, ya que aún se le dificultaba encontrar algunas cosas y tenía que probar suerte buscando en todos los lugares. Ambos tomaron asiento, Adam lo miró con duda por un instante.

 ¿Sí? – interrogó Alastor.

Te iba a pedir que bendijéramos la comida, pero… creo que no es buena idea – comentó mientras miraba el platillo de Alastor.

Jajajaja – rió a carcajadas Alastor.

¡No es gracioso! – le recrimina Adam.

Lo siento, es inevitable no encontrar divertida esta situación – por su enorme sonrisa, el ángel sabía que era un caso perdido discutir, así que lo dejó pasar y disfrutaron de la comida con una amena charla.

Una vez finalizada la comida, el ángel desapareció envuelto en una cálida luz blanca y Alastor fue hasta su habitación para descansar. El castaño se recostó bajo las cobijas, miro el techo y se permitió divagar en las actividades que tendría mañana, quizás un desayuno ligero sería una buena idea, recordó que todavía tenía un poco del té de manzana y canela que tanto le gustaba a Adam.

Los días eran entretenidos, hacía tiempo que nadie le hacía compañía y desde la llegada del ángel, sus conversaciones duraban más que unos simples segundos. Alastor inconscientemente deseaba que las visitas siguieran dándose como hasta ahora ¿Sería demasiado codicioso al pedir ese deseo?